Agobiados y bajo presión
El tiempo no se detiene, no se controla, no se puede cambiar, es inmutable. Albert Einstein llegó a la conclusión de que el tiempo en sí es una ilusión porque es relativo; aunque tengamos en nuestras manos un reloj marcando la hora, para cada persona hay un tiempo diferente.
Hay personas que consideran que el tiempo se les acaba, mientras que para otros su tiempo apenas inicia, todo depende del ojo con que se mire. Si esto es realmente así, entonces no es muy sabio luchar para tratar de controlar algo sobre lo que no tenemos una influencia directa.
Por lo general, las personas le temen al paso del tiempo, se agobian y afligen por lo que aún no ha llegado, caen en un estado de presión porque se dejan llevar por factores (externos o incluso internos) que no han sucedido.
En la biblia encontramos las vivencias de gente que fue presionada por distintos factores: sociales, culturales, económicos, emocionales, etc. Hoy quiero escribirte sobre la presión que tuvo el apóstol Pablo.
Cuando Pablo estuvo en Asia, hubo una gran revuelta en Éfeso (léase Hechos capítulo 19), de hecho, fue sometido a la ira de las masas que en aquel momento no aceptaban el mensaje del Señor Jesucristo. Fue golpeado, calumniado, rechazado, incluso encarcelado de manera injusta. Literalmente Pablo estuvo sometido a una presión abrumadora. Si nos colocamos en su lugar, ¿Seriamos capaces de tolerar todo eso?
Meditando en la Palabra de Dios, encontré una vivencia del apóstol Pablo que está escrita en 2 Corintios capítulo 1 desde el versículo 8 al 10:
“Hermanos, no queremos que desconozcan las aflicciones que sufrimos en la provincia de Asia. Estábamos tan agobiados bajo tanta presión que hasta perdimos la esperanza de salir con vida: nos sentíamos como sentenciados a muerte. Pero eso sucedió para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios, que resucita a los muertos. Él nos libró y nos librará de tal peligro de muerte. En él tenemos puesta nuestra esperanza, y él seguirá librándonos.”
Pablo tenía razones para sentirse presionado, estaba pasando uno de los momentos más duros de su vida. El que en algún momento se dedicaba a perseguir a los cristianos, estaba siendo perseguido porque ahora era parte de ellos. Prácticamente, estaba siendo buscado para matarlo en la mayoría de los sitios donde había transmitido el mensaje del Señor Jesucristo, sin embargo, nada de eso lo impulsó a abandonar aquello, por lo que estaba dispuesto a dar su vida. Pablo transitó su camino y fue capaz de superar cada obstáculo y sobrellevar las presiones porque su Fe estaba enraizada en Dios, su experiencia sirvió de ejemplo (y nos sigue sirviendo) a las personas que escuchaban su mensaje.
Hoy día, son más las personas que al estar bajo presión sucumben ante los problemas, sucumben ante el tiempo, tiran la toalla y se abandonan; ven pasar la vida ante sus ojos y no hacen nada para cambiar su curso. Son simples espectadores que añoran tener una vida de calidad con un mínimo esfuerzo, son los que cuentan con una “Fe de cristal”.
Hace falta que existan más Pablos en nuestros días, gente que sea capaz de aguantar las presiones de la vida, que sea capaz de afrontar sus propias inseguridades y actuar por la Fe sin importar el “qué dirán”, que sepan caminar con sus propias piernas porque saben que Dios es quien dirige sus pasos, que tengan criterio propio porque reciben de Dios sabiduría, que aprendan a tomar decisiones y puedan asumir la responsabilidad de las mismas, porque están seguros que Dios es quien dirige sus pensamientos y que independientemente del resultado todo obrará para bien porque precisamente han actuado por la Fe.
No te dejes llevar por la necesidad de comparar tu vida con la de los demás, cada quien va caminando a su propio ritmo, cada quien sabe el esfuerzo que amerita estar en sus propios zapatos, cada quien vive su propio tiempo; no todas las vidas son iguales, no coloques sobre ti una presión innecesaria. No te quedes parado observando como pasa la vida frente a tus ojos para lidiar con la presión, mientras más esperes más agobiante será.
¡Toma actitudes, pero a tu ritmo, no hay apuros! El tiempo seguirá su curso y no se va a acabar. Dirige tus pensamientos y acciones hacia la salida que necesitas, busca en Dios la fortaleza necesaria y ten fe que el mismo Dios que libró a Pablo de todas sus presiones hará lo mismo en tu vida.
¡Dios te bendiga!