Orar sin desmayar
Cuando pensamos en una batalla, nos imaginamos lo que aprendimos de los libros de historia o lo que hemos visto en películas, donde dos bandos enemigos se enfrentan a muerte porque están defendiendo un ideal, pelean con todo ímpetu y fuerza de manera que los más fuertes se conviertan en vencedores.
La oración se puede comparar con un campo de batalla donde solo permanece de pie el más fuerte. Es una lucha espiritual en la que la fe nos lleva a desarrollar nuestro máximo potencial. La oración más que una súplica es una expresión de fe, es el punto de conexión entre Dios y el ser humano, además de ser uno de los medios más efectivos para traer a existencia aquello que no existe.
No hay un manual exacto de como orar, a no ser el ejemplo que el Señor Jesús le dejo a sus discípulos cuando estos le preguntaron como orar, fue allí donde Él les menciono de una manera muy comprensible y con palabras sencillas el “Padre Nuestro” que muchos conocemos (Léase Mateo 6:9-13).
Al ser una expresión de fe, la oración debe ser hecha desde la sinceridad de nuestro ser, no es necesario tener un conocimiento previo de las escrituras para orar de manera efectiva, el único requisito para que Dios pueda escuchar la oración es que esta sea hecha con Fe y creyendo que Él oye.
Por más estresado y cansado que te sientas por la situación que vives, nunca dejes de orar con fe porque en el tiempo que Dios ha determinado, tu vida dará el giro que tanto has esperado. Lo que sube a Dios en forma de oración, baja en forma de bendición. ¡No te rindas!
Jesús les contó a sus discípulos una parábola para mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse.
Les dijo: «Había en cierto pueblo un juez que no tenía temor de Dios ni consideración de nadie. En el mismo pueblo había una viuda que insistía en pedirle: “Hágame usted justicia contra mi adversario”. Durante algún tiempo él se negó, pero por fin concluyó: “Aunque no temo a Dios ni tengo consideración de nadie, como esta viuda no deja de molestarme, voy a tener que hacerle justicia, no sea que con sus visitas me haga la vida imposible”».
Continuó el Señor: «Tengan en cuenta lo que dijo el juez injusto. ¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles? Les digo que sí les hará justicia, y sin demora. No obstante, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?» Lucas 18:1 -8 (NVI)
¡Dios te bendiga!